Algo que he oído muchas veces, que he intentado aplicar otras tantas y que podría decir que estoy descubriendo ahora.
Escucha.
Cuando oigas algo, escucha.
Escucha bidireccionalmente, desde fuera hacia dentro y desde dentro hacia fuera. Da igual si hablamos de cosas que te cuente otra persona o de cosas que te cuentes tú.
La famosa escucha activa.
Escuchar no consiste en pensar lo que vas a decir cuando la otra persona termine de hablar. Escuchar consiste en captar lo que la otra persona te cuenta. Y esto de escuchar, que parece una perogrullada y una obviedad, es muy poco común.
En todos los entornos, profesional, social y por supuesto personal.
En lo profesional, me reúno a menudo con gente que trata de venderme algo. Eso no es malo. Es normal y bueno que la gente quiera vender su producto o servicio. Pero para hacerlo es importante entender las necesidades y deseos de quien compra. Y esas necesidades se entienden escuchando.
En lo social, existe una absurda tendencia de posicionarnos por encima o por debajo de los demás, cuando, en mi opinión, debería ser en horizontal. Y ojo, que soy el primero en pecar, pero cada vez que recaigo en que estoy posicionándome en una u otra altura, me corrijo y me nivelo.
Me recuerdo esta premisa de horizontalidad.
Porque así, estando a la misma altura, es como mejor se escucha.
Estando a la misma altura es como mejor se escucha
Por último, aunque en la práctica debe ser el punto de partida, empieza por escucharte a ti. Escúchate desde la sinceridad de tu yo más profundo.
Cómo suena eso ¡eh! Sí, suena a libro de autoayuda barato.
Tampoco es algo complicado, en realidad es algo natural, pero el paso de los años no perdona y caemos siempre en las mismas espirales. Cuando oímos algo desde dentro de nuestro ser que no nos gusta, no lo escuchamos. Y muchas veces, esa costumbre de no escuchar lo malo, también nos hace no escuchar lo bueno.
Que nuestro interior tiene mucho que decir.
Si te paras, tomas un poco de distancia de las actividades del día a día, o simplemente de lo que haces habitualmente, no por obligación sino por costumbre, es probable que empieces a oír algo a lo lejos, dentro de ti.
Si mantienes ese silencio, si evitas crear ruido de nuevo, acabarás oyendo y con suerte escuchando, muchas cosas que tienes que contarte desde dentro.
¿Y cómo hago para escucharme?
Simplemente para.