Pensamiento Crítico.

Desarrollo Personal

Algo que aflora en muchas conversaciones últimamente es la cantidad de información que recibimos a diario. Noticias, opiniones, publicaciones en redes sociales, conversaciones, radio… Y a pesar de ello, estamos más desinformados que nunca. Tanto por la incapacidad de procesar tal cantidad de informacón como por la temática y origen de la misma, la famosa ventana de Overton.

La información ahora mismo ya es algo que se antoja inabarcable y desarrollar el pensamiento crítico se ha vuelto más importante que nunca.

¿A qué te refieres con eso de Pensamiento Crítico?

El pensamiento crítico, aunque suene raro y contradictorio, no consiste en ser crítico o buscar errores en los argumentos ajenos. Va más allá. Es la capacidad de analizar, evaluar y, lo más importante, interpretar la información de manera objetiva, al menos lo más objetiva posible, teniendo en cuenta el concepto de racionalidad limitar que trataré en otro momento.

Para empezar, el pensamiento crítico implica ser curioso. Sí, como los niños que no dejan de hacer preguntas. “¿Por qué el cielo es azul?”, “¿Cómo funciona la electricidad?”, “¿Por qué debo creer esto?”. La curiosidad es el primer paso hacia un análisis profundo. Hacia la búsqueda de los fundamentos. Sin ella, nos limitamos a aceptar las cosas tal como nos llegan, sin cuestionar su origen o veracidad.

Es curioso que nacemos así, preguntándonos por todo, las causas de todo y poco a poco, esta actitud va mermando hasta niveles de asunción asombrosos.

Si desglosamos el pensamiento crítico en tres grandes bloques, podemos hablar de análisis, evaluación e interpretación. Es muy simple, el análisis trata de descomponer la información en partes más pequeñas y comprender cada una de ellas. Así, de cada una de esas partes, podemos evaluar su credibilidad, la lógica de los argumentos y la relevancia de la información y por último, interpretarla, pasarla por nuestro filtro lo que nos permitirá ver el panorama completo y entender el significado más profundo de los datos y argumentos.

Eso no es para mí.

Puede parecer que el pensamiento crítico es algo propio de personas conciendudas o reflexivas y para temas muy relevantes, pero en realidad, todos lo usamos o podríamos usarlo, a menudo sin darnos cuenta y en la situaciones más cotidianas. Estás en el supermercado, tratando de decidir entre dos productos. Uno dice ser la opción más saludable, mientras que el otro es más económico. Aquí es donde entra en juego tu pensamiento crítico: comparas ingredientes, evalúas la relación calidad-precio y decides cuál es la mejor opción para ti o simplemente eliges sin plantearte nada y sin tener en cuenta tus sesgos.

¿Y en el trabajo? Supón que estás en una reunión y alguien propone una determinada acción. En lugar de aceptar la idea sin más, empleas el pensamiento crítico para analizar los datos, cuestionar las suposiciones y prever las posibles consecuencias. Al hacerlo, tomas decisiones informadas y te conviertes en una persona más independiente y, yo diría, confiable. Me fío más de alguien que tiene todas las preguntas y no siempre tiene todas las respuestas.

Desarrollar el Pensamiento Crítico (Preguntas + Perspectivas + Autorrevisión + Debate)

Desarrollar el pensamiento crítico es un proceso continuo, una habilidad que se puede cultivar y mejorar con el tiempo. Aquí te dejo algunas vías que, sin ser muy academicista, he encontrado con el paso de los años:

  1. Preguntas: Pregúntate por todo y pregunta por todo, con buen tono y sin parecer inquisitivo, pero pregunta. Preguntar “¿por qué?” y “¿cómo?” ayuda a profundizar en cualquier tema y a entenderlo mejor.
  2. Perspectivas: No te limites a una sola fuente de información. Lee, escucha y observa desde múltiples ángulos. Esto te permitirá ver el panorama completo y formarte una opinión más equilibrada. Incluso teniendo ya una opición formada, es muy interesante tratar de entender el enfoque de la otra parte. Abre tu mente.
  3. Autorrevisión: Reflexiona sobre tus propios pensamientos y decisiones. ¿Por qué crees lo que crees? ¿Crees lo que crees por decisión propia o porque otros quieren que lo creas? ¿Tus suposiciones están basadas en hechos o en prejuicios? Ser crítico contigo mismo(en el sentido que estamos tratando) es esencial para mejorar. Sin pasarte, claro.
  4. Debate: No se trata de ganar una discusión, sino de enriquecer tu entendimiento y el del interlocutor. Hablar con otros y escuchar sus puntos de vista puede movilizar tus ideas y ayudarte a ver las cosas desde una nueva perspectiva.

Pensamiento Crítico y Emociones

Un aspecto bastante curioso del pensamiento crítico es cómo se relaciona con nuestras emociones. A menudo, nuestras decisiones están influenciadas por cómo nos sentimos en el momento. Eso en publicidad es bien conocido. Si estás enfadado y alguien te dice algo con lo que no estás de acuerdo, tu primera reacción probablemente será rechazar su opinión. Sin embargo, el pensamiento crítico te permite dar un paso atrás, calmarte y evaluar el argumento de manera objetiva, sin dejarte llevar por la emoción que en ese momento estás sintiendo. Y los mismo ocurre para una emoción con tono positivo. Revisa las emociones que sientes antes de emitir una opinión o tomar una decisión.

No se trata de reprimir tus sentimientos, sino de reconocer su influencia y aprender a gestionarla. Por ejemplo, si sientes ansiedad ante una decisión importante, tómate un tiempo para respirar y analizar la situación con claridad. Ante una decisión relevante, yo siempre trato de dejar una noche por medio, así me aseguro de darme un tiempo mínimo para reflexionar. Esta autorregulación es una parte fundamental del pensamiento crítico, ya que te permite mantener la cabeza fría y tomar decisiones más racionales.

Algunos contras

A pesar de sus beneficios, el pensamiento crítico no siempre es fácil de aplicar. Vivimos una sobrecarga de información que hace que sea difícil discernir entre hechos y opiniones. Además, nuestros propios prejuicios y creencias tienden a nublar el juicio. Así que práctica y consciencia.

Uno de los mayores retos es reconocer y superar nuestros sesgos cognitivos. Aunque los detallaré en otro momento, los sesgos son atajos mentales que nuestro cerebro usa para simplificar la toma de decisiones, pero que a menudo nos llevan a conclusiones erróneas. Por ejemplo, el sesgo de confirmación nos lleva a buscar y valorar solo la información que confirma nuestras creencias preexistentes, ignorando cualquier evidencia en contra. Ser consciente de estos sesgos y cuestionarlos activamente es un paso fundamental hacia un pensamiento crítico.

Otro riesgo claro es entrar en una parálisis por análisis. Plantearte todo tanto que te lleve a no actuar. Si reflexionas sobre los fundamentos de varios temas, podrás formarte una opinión sólida y no tener que replantearte todo a cada paso que das. Pero lo dicho, debes elegir bien tus batallas para no caer en la inacción.

Y si…

Imagínate un mundo donde todos practicásemos el pensamiento crítico. Las decisiones políticas serían más racionales, basadas en evidencias y no en retórica vacía. En el mundo de la empresa se tomarían decisiones probablemente más éticas y acertadas, al considerar todas las posibles consecuencias de sus acciones. La educación se centraría en enseñar a los estudiantes no solo qué pensar, sino cómo pensar.

Así que, la próxima vez que te enfrentes a una decisión, grande o pequeña, tómate un momento para aplicar tu pensamiento crítico. Pregunta, evalúa, interpreta. Puede que descubras que las respuestas no siempre son sencillas, ni tan obvias como a priori pueda parecer, pero el proceso te llevará a una comprensión más profunda del asunto.

I.

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