Esto me lo digo por dos motivos. Uno de ellos seguro que es porque así, si no alcanzo algo excepcional no me defraudo a mi mismo.
Y el otro, es por asumir, que las cosas normales, son eso, normales.
No todo es tan excepcional como estamos acostumbrados a ver. En las redes lo que se ve es lo excepcional. Para bien y para mal. Eso es lo que destaca. Si no. Eres normal.
Oh no! Normal!
Verás, ser normal es normal.
No te preocupes.
No sufras por ser normal.
Ese tipo al que ves tan excepcional, también caga. Y su frigorífico hace ruido. Y le gusta poner caras cuando va solo en el ascensor. Y a veces le huelen los pies. Y se le rompe la yema cuando hace un huevo frito. No siempre pero sí a veces.
No pretendo decir con esto que no busques hacer las cosas excepcionalmente bien. Soy de la opinión de que las cosas hay que hacerlas lo mejor que se pueda. No me gusta la mediocridad.
Pero una cosa es eso, esa actitud de darlo todo, de aprovechar al máximo tus capacidades y tus circunstancias y otra esperar que el resultado sea excepcional o mejor dicho, que el resto del mundo lo considere así.
No quiero pasar de puntillas por algo. Si me meto, me meto de lleno. Y luego ya veremos. Es casi una cuestión binaria.
Esta reflexión me devuelve directamente a la número #2(haz las cosas desde el querer) y la #7(nadie te está evaluando) en su relación con la importancia del proceso y de la actitud ante las cosas de la vida y no tanto ante los resultados.
Actitud, actitud, actitud.
Con todo esto dicho, planteo dos cuestiones. Para mí y para ti.
¿Hay algo por lo que estés pasando de puntillas? O, dicho de otro modo, ¿hay algo de lo que estés haciendo en lo que no estés poniendo toda la carne en el asador?
Si no merece la pena poner todo tu esfuerzo en hacerlo lo mejor posible, ¿por qué sigues haciéndolo?
Que tengas un día estupendo,
I.
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